2.6.13

Gerbasi centenario

La ilustración es de María Victoria, 7 años


Cuatro cuadras de casas bajas, pintadas de azul, amarillo, verde, rojo, o simplemente encaladas, forman la calle principal de Canoabo. Comienza a orillas del río, donde vuela el martín pescador, y termina en una plaza arbolada y una iglesia blanca, al pie de la colina del Calvario, donde duermen los mendigos. 1
En nuestra infancia, cada cierto tiempo, correteábamos por los montes de Canoabo entre primos y tíos. Canoabo, un pueblo perdido hasta en el propio mapa del país; tan acostumbrado a revelar otras geografías distantes y perder la suya en el candil de otros fulgores. Verde, cálido, oloroso a tierra húmeda y frutas, donde la sombra de los árboles regala espacios para soñar bajo un cielo que de tan azul parece mar.
Los oriundos del Paraíso
lanzaron
las más bellas mariposas
que vuelan entre las ramas
de los viejos cafetales de Canoabo.
¿y qué es Canoabo? ¿Quiénes lo hicieron?
Lo hicieron los oriundos del Paraíso.
Allá donde toda la vastedad
suena en los montes. 2
Cien años hace hoy desde que nació en ese pueblo Vicente Gerbasi (2 de junio de 1913- 28 de diciembre de 1992). Quizás corrimos en las mismas calles que él corrió, quizás comimos mangos del mismo árbol y nos sentamos en la misma plaza a mirar las mariposas encendidas; lo que sí es seguro es que con sus versos, nos dibujó el mismo país sonoro que él vivía y nos acercó con deliciosa pasión a la melodía del lenguaje que nos decía
La poesía es el efecto de una persistente vocación por la belleza, aunada a la permanente contemplación de la naturaleza y de las propias circunstancias. 3
Si naces en Valencia, tan cerca de Canoabo, Gerbasi está en tus libros junto a la cartilla del ABC, retratando en sus versos lo que sus ojos ven, que en mágica concurrencia también lo ven los tuyos:
Te amo, infancia, te amo,
porque aún me guardas un césped con cabras,
tardes con cielos de cometas
y racimos de frutos en los pasados ramajes.
Te amo, infancia, te amo
porque me regalas la lluvia
que hace crecer los riachuelos de mi aldea,
porque le diste a mis ojos un arcoiris sobre las colinas. 4

Y al llegar al liceo, ese padre inmigrante, es también un poco tu padre, y también eres un poco tú mismo, encontrándote en ese viaje que es la adolescencia, recordando la casa que se hace común y una niñez cercana que se va despidiendo, que va sonando como un verso importante: "Venimos de la noche y hacia la noche vamos"... 

XI

Por ti sé que el remo que regresa del horizonte,
y el hacha que al contacto del árbol

llena de resonancia el día,
y el martillo que aplasta el hierro
y lo moldea como una llama densa,
y la mano que amasa el barro, para la vivienda,
y amasa la harina para los hijos,
y para los hijos de nuestros hijos,
y el escalpelo que transmite sangre a la piedra,
elevando su suave gesto en la penumbra,
y la frente inclinada sobre la maravilla,
hacen la conclusión de la jornada.
Por ti sé que el paso de cada uno es solitario,
como un recuerdo, como un instante,
como la muerte de cada uno.
Por ti sé que el amigo es sagrado,
y que más vale un árbol con frutos
que brillantes monedas de oro.
Pero aquí estoy debatiéndome con sangre, imagen y lamento,
recogido en mi gesto como habitante que sale de la noche.
(...)


XXIV

De todo tu andar de antiguo caminante,
de todo tu sufrir en desamparo,

de soportar el peso del hacha o del saco,
de asistir al herido y repartir el pan,
sólo te quedó una casa,
a cuya puerta escribiste algunas palabras de la Biblia.
Aquella casa fue mi casa.
Mi casa pintada de cal, allá en mi aldea,
escondida entre el café y el cacao.
Otras casas había, rojas, azules, verdes, amarillas,
en mi aldea, que entre árboles,
jugaba con niños y caballos.
Había una plaza con cabras y almendrones de apacible sombra,
y una iglesia de donde salía un Cristo,
en una urna de cristal, cuando la Semana Santa.
Yo nací en tu casa con palabras de la Biblia,
y allí estabas callado, con tus libros,
junto a mi madre y a mis pequeños hermanos.
Allí estaban tus noches,
todavía con las estrellas de otro mundo,
y allí tu amorosa soledad, tu vida, tus recuerdos.
Y allí estaba yo como una angustia para ti,
y tu trabajo y el sudor de tu frente,
y el canto de los sapos en las sombras,
y el tinajero en el corredor de la medianoche,
y las lluvias nocturnas que nos lanzaban a un oscu
ro amanecer.
¡Estábamos tan cerca de los árboles, del río y la montaña!...
Yo con mi alegría donde cantaba el cristofué,
tú con tu vida dura, con golpes y nostalgias,
de pie ante los días de mi infancia. 5

En sus versos leemos despertando todos los sentidos: sus poemas huelen, despiertan la piel, fotografían los instantes que reflejan sus palabras,  dejan el gusto al lugar que te presentan y su musicalidad se queda dentro, cantando, dejándose escuchar como un arrullo. 

              MADRUGADA

               Qué dulce almohada
    del estar y no estar dormido
    cuando en la madrugada llueve.

              Blanda niebla de sueño
    rozando los sentidos:
    frescura de la hierba bajo e agua.

              No sé si aún estoy en la infancia,
    porque oigo ruidos de hace mucho tiempo
    y veo flores que no han vuelto a crecer.

              Más lejos estarán mojándose los nidos
    bajo el resbalar de la gota,
    y habrá cantos, perdidos, de aves.

              No sé si estoy en el mundo:
    ando entre estalactitas
    que antes sólo soñé.

              No se mueven aún las mariposas del bosque,
    y mientras los niños duermen
    en la madrugada llueve.
    6

Y en la sencillez de un lenguaje que festeja el dominio del verso y el gozo de la familia, escribe poemas juguetones para iniciar el oído en el placer de la vida poética en cada experiencia que nos rodea

VIENDO EL RETRATO DE UNA NIETA 

¡Pero qué bella eres Marianne,
pero qué bella!
¡Qué bella
eres!
Cuando veo tu retrato
me siento alegre
como un delfín
que salta, salta entre las olas del mar.
Marianne, verás qué bello es el mar.
Vé a verlo cuando sale el sol
del horizonte
entre los saltos de los delfines.
Vé a ver el mar
y viaja siempre
en mis veleros

que pasan por el sol del amanecer. 7

Vicente Gerbasi encontró la poesía en cada lugar, despejando el camino para trascender al reconocimiento del espacio geográfico y llevarlo a un descubrimiento más luminoso y universal, que conecta al hombre con un centro para habitar, donde sea que el hombre esté. 
Soy la contemplación.
La estrella
en la frente del profeta
. 8

Vicente Gerbasi alrededor de los 10 años.


Obra publicada:

Vigilia del náufrago, 1937
Bosque doliente, 1940
Liras, 1943
Poemas de la noche y de la tierra, 1943
Mi padre, el inmigrante, 1945
Tres nocturnos, 1947
Poemas, 1947
Los espacios cálidos, 1952
Círculos del trueno, 1953
La rama del relámpago, 1953
Tirano de sombra y fuego, 1955
Por arte del sol, 1958
Olivos de eternidad, 1961

Poesía de viajes, 1968
Antología poética (1943-1968), 1970
Rememorando la batalla de Carabobo, 1971
Retumba como un sótano del cielo, 1977
Antología Poética (1943 -1978), 1980
Edades perdidas, 1981
Los colores ocultos, 1985
Obra poética, 1986
Un día muy distante, 1988
El solitario viento de las hojas, 1989
Iniciación a la intemperie, 1990
Diamante fúnebre, 1991
Los oriundos del Paraíso, 1994



Notas:
1. Cometas. Nuevas páginas para imaginar. 1971. 
2. Los oriundos del Paraíso. Los oriundos del paraíso. 1994. Obra póstuma.
3. Reproducción de texto en VicenteGerbasi.net
4. Te amo, infancia. Los espacios cálidos. 1952.
5. Mi padre, el emigrante. 1945.
6. Madrugada. Vigilia del Naúfrago. 1937.
7.Viendo el retrato de una nieta. El solitario viento de la hojas. 1989.
8. XV. Iniciación en la intemperie. 1990.

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