30.7.10

Adiós Julio. Bienvenido Agosto



La ilustración es de Patricia Metola


Se acaba julio y agosto llega. ¿Ya sabes dónde vas a ir para pasar el cambio de mes? Mira todo lo que hay para ver, para hacer en nuestra agenda del fin de semana.


26.7.10

¡Volaron los versos!

Lin, Lesbia, Mibelis y Nury volando entre corcheas y versos.
Foto: Héctor Rattia

El sábado 24 llegamos temprano a la Casa Arturo Uslar Pietri. Queríamos decorar la terraza con los barquitos de papel que hicieron los niños del taller Plastilinarte en Caballito y los integrantes del III Taller de Narración Oral "Para que otros también cuenten". A los barcos se les sumaron las ranitas y mariposas que Lesbia llevó. En un momentito y entre todas la terraza estuvo lista para recibir los poemas.

Aprovechamos entonces para probar sonido, ensayar una vez más las canciones y dejar los nervios bajo el sol del jardín. Entonces, comenzaron a llegar los niños y antes de que pudiéramos percatarnos ya estábamos iniciando el recital de poesía para niños ¡Que vuelen los versos!.

Como ese día era el natalicio de Simón Bolivar, abrimos con "Este niño Don Simón" de Manuel Felipe Rugeles y luego desfilaron García Lorca, Edith Vera, Jairo Aníbal Niño, Jesús Rosas Marcano y Conny Méndez, de quien tomamos Oración Ratona para abrir el primer segmento musical.

Música, versos y asombro construyeron con gracia la magia de la tarde. De un poema a una canción, de una canción a un juego con el público a un poema, Mibelis, Nury, Lesbia y Lin encantaron a todos con sus voces. Al llegar al último poema del programa, el recital apenas comenzaba, porque el público compartió también sus versos favoritos y se animaron a leer o recitar de memoria sus poemas. Desde los más pequeños hasta las abuelas, las familias que nos acompañaron en ¡Que vuelen los versos! tuvieron una palabra para recitar. Después aprovecharon el espacio de lectura que ofrecía el Nido de Elio y tomaron los libros por asalto poético.

Los amigos de Plastilinarte nos acompañaron, obsequiaron entradas para la exhibición de dinosaurios animatrónicos que hay en estos días en la ciudad y los padres se las ganaron en justa lid para sus hijos. Los amigos de Ediciones Ekaré nos donaron algunos títulos de su colección Rimas y adivinanzas, Diego Brett gentilmente puso el sonido, el corazón y las notas musicales; y Níkola, junto a Lola y Bertha, fueron perfectos anfitriones de la Casa Uslar.

Al finalizar la tarde nos despedimos hasta el próximo 28 de agosto, cuando nos encontraremos otra vez en la Casa Uslar con una función de humor para niños: "El morrocoy es ¡azul!". Pero como no podíamos quedarnos con un gusto tan grande para un sólo día, en el aire quedó la promesa de retomar el vuelo de los versos...

Les dejamos el programa, con los poemas que se elevaron esa tarde.


¡Que vuelen los versos!
Recital de poesía para niños
Programa

Este niño Don Simón - Manuel Felipe Rugeles
Canción tonta - Federico García Lorca
Del agua, de los pájaros y de los quehaceres terrestres - Edith Vera
El Caballo - Jairo Anibal Niño
Oración ratona - Conny Méndez
Canción para bañar la luna - María Elena Walsh
Espejo - Beatriz Mendoza Sagarzazu
En el brocal del pozo - Mercedes Calvo
Errante - Alejandro Sandoval Ávila
A la deriva - Alejandro Sandoval Ávila
El centro del mundo - Elsa Cross
Versión Primera - Edith Vera
El Cardenal - Efraín Subero
La vaca estudiosa - María Elena Walsh
Si mi sol - Jairo Aníbal Niño
Versión segunda - Edith Vera
¿Me haces un favor? - Jairo Aníbal Niño
En secreto - Jairo Aníbal Niño
Siete mil kilómetros y un beso - Rubén Martínez Santana - Linsabel Noguera
Molinetes - Jesús Rosas Marcano
El grillo - Rubén Martínez Santana
El burro - Tradicional
La Gallina y el Cochino - Rafael Pombo
Fábula con cochino - Aquiles Nazoa
Los Trompos - Jesús Rosas Marcano
Al revés - Eduardo Polo
El reino del revés - María Elena Walsh
Coplas absurdas - Tradicional
La fiesta del trompo - Rubén Martínez Santana
Un loro, un moro, un mico y un señor de puerto rico - Anónimo
Poema de la ele - Emilio Ballagas
La pobre viejecita - Rafael Pombo
Tontería - Eduardo Polo



24.7.10

De vacaciones en el fin de semana


La ilustración es de Paula Becker



¡Qué delicia! ¡Llegaron las vacaciones! Puedes escoger entre muchas actividades para salir a pasear en familia. Visita nuestra agenda


23.7.10

Llegó el día: ¡Que vuelen los versos!



Mañana sábado 24 de julio será el recital de poesía para niños ¡Que vuelen los versos!

Lesbia, Mibelis, Nury y Lin han estado leyendo y seleccionando los poemas que más les gustaron para compartir. En la Casa Arturo Uslar Pietri están contentos porque en el jardín florecerán poemas. Recuerda llevar un poema que te guste para compartirlo luego del Recital y disfrutar también de nuestro espacio de lectura El nido de Elio.

¡Allá nos vemos!


¡Que vuelen los versos! recital de poesía para niños.
El nido de Elio, espacio de lectura.
Organizado por: La rana encantada.
Sábado 24 de julio de 2010
3:30 a 5:30 pm
Colaboración sugerida: Bs 10,00
Dirección:
Av. Los Pinos, Quinta N° 49.
Urb. la Florida. Caracas – Venezuela
Para llegar derechito: Mapa de ubicación


20.7.10

Ferdinando el toro




Ferdinando el toro es un delicado libro de Munro Leaf, editado por Lóguez en 1984 con ilustraciones de Werner Klemke, donde el temperamento pacífico y soñador del becerro Ferdinando lo convierten en un toro poco apreciado para sus criadores, quienes esperan ver crecer rudos toros de lidia. Sin embargo Ferdinando, quien por un revés es llevado al ruedo, sigue fiel a sí mismo en una sencilla manifestación de paz y tolerancia.

En 1938 Disney hizo una versión del libro en este corto animado que ganó en su categoría el Oscar de ese año.

19.7.10

"Pequeños Editores" en tu casa

En el taller, Anna Lucía ilustra su cuento.

La rana encantada organizó en estas vacaciones un taller a tu medida, a domicilio, solidario y creativo. En “Pequeños editores” los niños tienen un acercamiento relajado a la lectura y la escritura con cuentacuentos, expresión literaria creativa, expresión plástica y encuadernación. Todo combinado para que al finalizar el taller hayan realizado su propio libro artesanal.

En "Pequeños editores", los niños comparten la lectura de un cuento, como parte de un juego analizan estructura narrativa, personajes, ambientes, partes y estructura del libro, nociones de ilustración, diagramación y compaginación y luego arman su propio libro artesanal.

El taller esta diseñado para niños a partir de los 4 años, hasta adolescente, que se organizan en grupos mínimos de 4 ó máximo de 8 participantes. No hacemos mucho reguero porque vamos trabajando por estaciones cuando llegamos a la parte artesanal.

El costo es de Bs. 900, dividido entre el número de niños e incluye materiales.

Para fechas y reservas, escríbenos a tecuento@laranaencantada.com

Taller vacacional “Pequeños editores”
Organizado por: La rana encantada
Orientador: Linsabel Noguera
Lugar: a domicilio
Fechas: del 6 al 10 de septiembre.
Hora: 9:00 am a 1:00 pm ó 2:00 pm a 6 pm
Tlf. 0414-255.92.67, en horario de oficina.

16.7.10

En el día del niño ¡qué viva la fiesta!

La ilustración de Maurice Sendak es del libro

"Donde viven los monstruos".


¡Es el día del niño! por eso los niños llevan a sus padres donde más les guste. Hay para escoger.


Mira nuestra agenda de fin de semana y ¡Qué viva la fiesta!



12.7.10

Bellezas encontradas al azar


Ilustra Emilio Uberuaga



Visitando sitios y titulares, de pronto te encuentras con un pequeño oso bermellón que te sorprende con una lamida feroz en plena punta de la nariz y, bueno, no puedes dejar de sonreír.

Luego, pasas toda la noche esperando escuchar cómo se acerca a la desembocadura de la grifería para salir corriendo apenas aparezca nuevamente y ofrecerle una mejilla, una oreja, un pedacito de párpado y dejarte acariciar por la aspereza tibia de su diminuta lengua.

Entonces, cuando eso pasa, sabes que has hecho bien, y tienes una alegría enorme, que te dura para siempre.

Así sucede al leer "El discurso del oso", un libro impecable. Las ilustraciones de Emilio Uberuaga recrean con ternura y sensibilidad al personaje de Cortázar; las entrelaza en la historia con sutileza llenando cada página con colores que entibian el ojo del lector, apoyan el desplazamiento por un texto que conmueve desde su delicado sentido del humor, pleno de guiños cotidianos que nos hacen esperar la salida de un oso por nuestra cañería. Un oso que quisiéramos se pareciera al que nos ha dibujado Emilio Uberuaga.

Del diario Página 12 leímos en Radar 'Un oso rojo':

5 de abril 1952

A María tan buena y gentil:

¡Pobrecita! De entrada me dices “Estoy gorda...” Bueno, consuélate pensando en Hécuba, que lo estuvo cincuenta veces. Y luego que, en el fondo, estás encantada. Lo que de veras siento son los líos de la casa y la mala salud de Eduardo. Aparte de las hórridas noticias que me das sobre precios y comidas en B.A... Sí, tienes razón, me fui a tiempo. Pero si crees que eso es un consuelo, te equivocas. Estar fuera del incendio no es un consuelo, cuando los que se están quemando te son queridos. Muchos días hay en que me siento un desertor, y la cosa no es bonita. Por suerte en mí hay un gran canalla que coexiste con un hombre pasablemente bueno; entonces aquél hace lo suyo para que éste se distraiga mirando la ciudad y sus maravillas. Pero el mal gusto en la boca subsiste.

Meto este papel en la máquina para copiarte una prosa que les regalo a Maricló y a Albertito, aunque ellos no podrán captar su gracia –que es puramente verbal y rítmica–. Pero para esto están Eduardo y tú. Guárdala para cuando tus hijos sean como ustedes (esos dos no saben la suerte que tienen al tener padres como ustedes; ojalá sepan aprovechar esa buena fortuna). ¿Por qué cosas que uno dice en serio suenan a veces tan tontamente? Yo podría tirar esta hoja y hacer otra más “inteligente”. Honradamente la dejo tal cual.

Y aquí está el

Oso

Soy el oso de los caños de la casa, subo por los caños en las horas de silencio, los tubos del agua caliente, de la calefacción, del aire fresco, voy por los tubos de departamento en departamento y soy el oso que va por los caños.

Creo que me estiman porque mi pelo mantiene limpios los conductos, incesantemente corro por los tubos y nada me gusta más que pasar de piso en piso resbalando por los caños. A veces saco una pata de la canilla y la muchacha del tercero grita que se ha quemado, o gruño a la altura del horno del segundo y la cocinera Guillermina se queja de que el aire tira mal. De noche ando callado y es cuando más ligero ando, me asomo al techo por la chimenea para ver si la luna baila arriba, y me dejo resbalar como el viento hasta las calderas del sótano. Y en verano nado de noche en la cisterna picoteada de estrellas, me lavo la cara primero con una mano después con la otra después con las dos juntas, y eso me produce una grandísima alegría.

Entonces resbalo por todos los caños de la casa, gruñendo contento, y los matrimonios se agitan en sus camas y deploran la instalación de las tuberías. Algunos encienden la luz y escriben un papelito para acordarse de protestar cuando vean al portero. Yo busco la canilla que siempre queda abierta en algún piso, por allí saco la nariz y miro la oscuridad de las habitaciones donde viven esos seres que no pueden andar por los caños, y les tengo algo de lástima al verlos tan torpes y grandes, al oír cómo roncan y sueñan en voz alta, y están solos. Cuando de mañana se lavan la cara, les acaricio las mejillas, les lamo la nariz y me voy, vagamente seguro de haber hecho bien.

Espero que The Power and the Glory te haya gustado, a mí me pareció extraordinario. En cuanto a Il celo è rosso veré de leerlo como me lo aconsejas. Aquí se está dando una película sobre ese tema, y es de suponer que el libro andará en traducción francesa –pues en italiano no me le animo–. Una vez leí una novela en italiano, con diccionario y todo.

Cuando la terminé, estaba convencido de que los protagonistas hacían juntos un viaje a la Polinesia y que perecían en un naufragio, estrechamente abrazados. ¡Craso error! Una persona que sabe italiano me demostró que no había tal viaje, y que los personajes terminaban felizmente sus días en un pueblecito tibetano. Desde entonces opto por los idiomas que por lo menos creo saber.

Me gusta tanto que me digas que los chicos me recuerdan “por su cuenta”. No durará, pero es muy dulce, sabes. Estoy seguro de que de haberme quedado en B.A. me hubiera entendido muy bien con Maricló (por quien te confieso mi debilidad) y Albertito. Fíjate que toda esta carta les está poco menos que dedicada.

Siento lo de Saulo. ¿Y van cuántos...? Pobre país, pobre cosa blanda. Un bofe tirado en el pasto. Hoy estamos aquí con la bandera a media asta. Cuando la vi esta mañana el corazón me dio un vuelco. Pero no, era Quijano nomás. Qué le vamos a hacer.

Dales mis cariños a los chicos y a los amigos que tú sabes. Cuídate mucho y hasta bien pronto con todo el afecto de


Julio



Esta carta está incluida en el volumen Cartas a los Jonquières, que recopila, justamente, la correspondencia enviada al pintor argentino Eduardo Jonquières y su familia entre 1950 (su primer viaje a Europa) y 1983, pocos meses antes de su muerte. La carta incluye el Discurso del oso, que fue editado a fines de 2008 por Libros del Zorro Rojo con ilustraciones de Emilio Urberuaga, una de las cuales se puede ver acá arriba.



Discurso del oso. Julio Cortazar. Ilustraciones: Emilio Uberuaga. México DF, Tecolote, Libros del Zorro Rojo. 2008.

Ganador de Los mejores libros para niños y jóvenes 2010 del Banco del Libro.

8.7.10

La niña de las trenzas de melcocha


La ilustración es de Liz Amini-Holmes



Para nuestra cuarta entrega de 1010:lecturas binarias, el escritor venezolano
Diego Rojas Ajmad ha aceptado nuestra invitación para visitar el Reino de Rania con uno de sus cuentos: "La niña de las trenzas de melcocha". Una historia de fe y esperanza, donde el amor obsequia valentía a un pequeño caballero que desea rescatar a su dama de una manera poco ortodoxa, pero llena de candor.

¡Qué lo disfruten!


La niña de las trenzas de melcocha


Pancho Centeno tomó la decisión de no toparse más por los pasillos de la escuela con la niña de las trenzas de melcocha. No quería sentir más esa extraña sensación que lo hacía sudar más de la cuenta –como si hubiera jugado tres partidos de fútbol seguidos– y que además lo hacía tartamudear hasta hacerle imposible pronunciar su propio nombre. Ya estaba cansado, cada vez que la veía, de andar como si tuviera en la barriga un hormiguero de bachaco. De ahora en adelante tendría más cuidado al momento de salir al recreo y juró no usar más la treta de disfrazarse de diablo de comparsa para poder pasar inadvertido a su lado y observar de cerca sus colitas trenzadas que parecían –según oyó decir a sus amigas– un dulce de melcocha. La última vez que usó el disfraz fue hace tres meses después del carnaval; lo metió en su morral y a la hora del recreo se lo puso para ser durante toda la tarde el hazmerreír de la escuela. Pancho recuerda las carcajadas de la niña del tercer grado, quien con sus amigas señalaba al apenado diablo.


La verdad era que esa situación lo estaba enfermando. Tener que ver a la niña de las trenzas de melcocha todas las mañanas en la escuela de El Pao y que de paso cada vez que la veía volvía el mismo sudor, el mismo tartamudeo, el mismo hormiguero en la barriga. Ya Pancho Centeno no podía prestar atención a nada y siempre que la maestra le hacía una pregunta lo pillaban con las manos en la barbilla, y los ojos en dirección a las trenzas de la niña.

-A ver Pancho, explícanos el proceso de producción del hierro. Seguro lo sabes porque tu papá trabaja en la mina.

Y Pancho siempre contestaba con un balbuceo y un “¿qué, ah?”, que le ameritaba un castigo.

Cierta vez, el pupitre de la niña de las trenzas de melcocha estuvo desocupado toda la clase. Al comienzo Pancho sonrió porque dejaría de sentir los males que le provocaba el ver a la niña; pero a los pocos minutos lo invadió una sensación de vacío, de tristeza infinita que lo hacía ahora ver constantemente hacia el suelo. En el recreo se enteró de lo que le ocurría a la niña: “no vino porque tiene anemia”.

Pancho corrió hacia la biblioteca para investigar qué era eso que impedía a la niña de las trenzas de melcocha ir a la escuela. El enorme diccionario asustaba a Pancho cada vez que éste pasaba el dedo por sus páginas y conseguía palabras como “anémona”, “anegar”, “anélido”. Cada palabra hacía arrugar la frente de Pancho, pues lo complicado y difícil de esas palabras presagiaba la proporción de maleficio de la “anemia”. “Enfermedad causada por deficiencia de hierro”, encontró Pancho como definición de la palabra buscada.

-Si lo que le falta es hierro, pues hiero le buscaré, dijo Pancho con la firme decisión de volver a ver a la niña.

El plan era sencillo. Después de la clase, luego de la explosión de las tres de la tarde que anunciaba que la dinamita fue usada para extraer el hierro, Pancho Centeno se escabulliría en el tren para llegar a la mina y llenar así su morral, para llevarlo luego a la casa de la niña de las trenzas de melcocha. Fue fácil cumplir el plan trazado, pues los relatos que el padre de Pancho hacía a la hora de la cena le habían hecho conocer los más pequeños detalles de la mina. Con su abultado y pesado morral, Pancho se dirigió a la casa de la niña. Fue tanta la obsesión de Pancho Centeno por ver nuevamente a la niña de las trenzas que estuvo mojándose por la lluvia esperando a que saliera de su casa. Pancho esperó toda la tarde y parte de la noche con el pesado morral sobre sus espaldas, pero lo único que consiguió fue enfermarse...

Y ya en su casa, empapado, vinieron los consabidos regaños, los “por qué no tienes más cuidado”, los “nunca más saldrás a jugar con tus amigos”, los “seguro estabas jugando fútbol en la lluvia”. Pero Pancho Centeno estaba absorto pensando en las trenzas de melcocha. Y ya de noche, Pancho comenzó a sentir fiebre. Y en su delirio, hablaba de cosas extrañas, de una historia que más o menos fue relatada por él mismo, ante toda la clase, de la siguiente manera:

***

Como sucede muchas veces, a uno le da por conocer el mundo: busco en los mapas y me convierto en viajero, busco en los sueños que me produce la fiebre cuando me mojo por la lluvia y viajo.

Mucho me han hablado de países lejanos, de montes salvajes con hombres come-hombres y tigres vegetarianos, de ríos que se tragan embarcaciones enteras para luego eructar burbujas, de hielos tan fríos que resfriarían al mismo sol si se les pusiera a su alcance Y también de hechizos de hombres buenos y de otros que no lo son tanto. Pero, dentro de esos países, que son muchos, hay uno llamado El Pao, antiguamente San José Obrero, que nunca ha aparecido en los mapas y aunque ha sido visitado muchas veces por montones de científicos y otra inmensa cantidad de hombres de letras, hasta ahora no he podido saber si se encuentra más cerca del polo norte o pisando la raya del Ecuador, si lo atraviesan varios mares o si acaso un río le refresca la barriga; tampoco sé si es pesado por el cemento y el asfalto con los cuales se arropa para protegerse del frío –como yo lo hago ahora con las sábanas– o liviano, muy liviano, por sus grandes cosechas de algodón que cada año recogen y mandan a otros lados para que las fábricas hagan palitos para limpiarse los oídos y del otro que no debieran hacer, ese suavecito que empapan en alcohol y nos lo pasan por el brazo para que venga la enfermera y ¡pum!, como una avispa clave ese puyonazo diciéndonos que no deberíamos andar por ahí mojándonos porque nos enfermamos y no podemos ir a la escuela a seguir haciendo dibujos. Pero la enfermera no conoce bien ese sitio. Cuando la maestra manda el papel de fin de lapso con las notas que uno ha sacado, mamá lo que dice es “otra vez te pusieron Muy Distraído, se distrae con sus compañeros”, y otra vez me obligan a tomar el libro aburrido con el ridículo tren que arrastra las vocales. Y no es que sea un distraído, sino que estoy preparando un viaje a ver si algún día puedo visitar ese país que llaman San José Obrero y acabar con el algodón de las inyecciones y que solamente siembren allí maíz para hacer cotufas, y si no quieren acabar con el algodón, entonces que siembren algodón de azúcar. Sé porqué no lo hacen, la excusa es que se lo comen las avispas. Claro, yo imagino que los sembradores de algodón de azúcar le temen a las picadas de las avispas y por eso prefieren sembrar del otro, como si una puyada de avispa doliera menos que una de esas que dan las enfermeras después de sobar los brazos con el algodón que ellos siembran... Pensándolo mejor, ni la puyada de la enfermera ni la de la avispa me hacen temer tanto como el estar cerca de la niña de las trenzas de melcocha...

***

Y ya en el recreo, Pancho Centeno esperaba con toda la valentía del mundo la llegada de la niña de las trenzas de melcocha para acercársele por primera vez, entregarle su pesado morral y contarle su sueño...

De seguro iría la niña, pues Pancho recordó que en el diccionario decía que el símbolo químico del hierro es “Fe”, y como dice su abuela, la “Fe” es lo último que se pierde.

Esa era su esperanza…


Si te ha gustado, déjanos tu comentario : )


6.7.10

¡Que vuelen los versos!


La ilustración nos la ha regalado Antonio Villarroel


Después de meses de soñarlo, ya llega la fecha para ¡Que vuelen los versos! un recital de poesía para niños donde podremos reencontrarnos con esos poemas preferidos o descubrir alguno que añadir a nuestro pequeño tesoro de palabras.

El recital será en la Fundación Casa Arturo Uslar Pietri, el sábado 24 de julio a las 3:30 pm. En esta ocasión invitamos a nuestras amigas Lesbia Mayora, Mibelis Acevedo y Nury Delgado para que nos acompañen con sus voces, cantos, juegos y nos acerquen a sus poemas favoritos.

Después del recital tendremos un momento para conversar y disfrutar en familia del Nido de Elio, un espacio de lectura itinerante y orientada donde podrás leer algunos libros de la Biblioteca Real de Rania.

Y si tienes un poema para niños que te guste, tráelo y también lo compartimos.

Colaboración sugerida Bs. 10

Dirección:
Av. Los Pinos, Quinta N° 49.
Urb. la Florida. Caracas - Venezuela

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